Entrevista a Fernando Sánchez, coordinador de psicólogos de la Fundación AMAI TLP.
1. ¿Tiene cura el TLP?
Hay que ser prudentes a la hora de dar una respuesta contundente y monosilábica a esta pregunta, si bien, en la medida en que se va conociendo mas detalladamente la naturaleza de la patología (formas de expresión sintomatológica, etiopatogenia, mecanismos de mantenimiento implicados, mecanismos neurobiológicos, comorbilidades, así como la validación de los tratamientos y modelos de intervención más eficaces) las posibilidades reales de irse empoderando en una respuesta fiable y contundente y sobre todo, de ofrecer propuestas terapéuticas potentes, va empezando a ser una realidad clínica.
Los trastornos de personalidad graves, y especialmente el trastorno límite de la personalidad, nos confronta con una realidad clínica de tal nivel de envergadura, gravedad y complejidad clínica, directamente relacionada con las formas y estilos de vida de las sociedades posmodernas, que ha obligado a reconceptualizar los modelos de intervención comunitaria, rediseñar los recursos de asistencia
ambulatoria y hospitalaria para estos pacientes, debido a su alto grado de reactividad, impulsividad y disrupción, así como abrirnos a modelos de comprensión y abordaje de la patología más amplios e integrativos.
Dicho esto, y con la experiencia consolidada de 20 años de recorrido de la Asociación AMAI TLP, sumado al esfuerzo ingente de los recursos y profesionales especialistas en esta patología en el ámbito publico y privado, el desánimo y la desesperanza de pacientes y familiares en los inicios hasta la situación en la que
nos encontramos en la actualidad, permite una respuesta serena de ¡sí es posible! sumado a un ¡queda mucho por hacer!.
2. ¿Cuál es el perfil de paciente que mejor pronóstico tiene?
El trastorno límite de personalidad nos confronta con una patología “cajón desastre”, entendida así por abarcar en sí todo el espectro de la sintomatología psiquiátrica, si bien lo que predomina en la mayoría de los pacientes es la impulsividad, la difusión de la identidad, la necesidad especular de otro, en muchos
casos la base depresiva de fondo, el malestar vivencial generalizado, y la sensación sempiterna de vacío, rechazo y abandono. Es decir, el trastorno límite de la personalidad, o la organización estructural limítrofe, muestra en su expresión todo el espectro de la sintomatología psiquiátrica, ligado a una alta comorbilidad con otras patologías psiquiátricas (trastornos disociativos, trastornos psicóticos, depresión, trastornos de la alimentación, trastornos del sueño o patología dual). Entre estos pacientes encontramos variaciones de perfil según la edad, al encontrar pacientes en los que empiezan a aflorar síntomas en la preadolescencia
hasta pacientes de edades hasta los 60 años (remitiendo a los perfiles que se atienden en la asociación); variaciones de perfil según la etapa evolutiva del paciente en el curso de la enfermedad, derivando evolutiva y progresivamente en formas más graves y cronificadas; y variaciones de perfil según las causas etiológicas de configuración del trastorno, que nos remiten a dos niveles de enfermar dentro de los pacientes límites:
Por un lado, hablaríamos de la patología límite resultado de una respuesta o desarrollo postraumático, provocado por la exposición persistente y continuada a un mismo agente estresor, especialmente si el impacto emocional de produce en la primera infancia o en edades tempranas, especialmente en el ámbito de las relaciones con los cuidadores, hablando en este caso de formas de enfermar dentro de la patología límite, más graves y destructivas. Por otro lado, podemos hablar de la patología límite como una falla en la formación primaria del yo, que da lugar a formas de difusión de la identidad, carencias vinculares y falta de individuación, entendida como una forma de inmadurez psíquica, que requiere de ir transitando etapas madurativas de consolidación de la personalidad.
Por lo tanto, a la hora de responder a la pregunta en cuestión, el primer tipo de paciente, requiere de un abordaje farmacológico y psicoterapéutico, orientado a dotar al paciente de recursos estructurales y de autorregulación para evitar todas las tentativas repetitivas de acciones autolíticas, evitar su cronificación y
necesariamente mejorar su calidad de vida y su sufrimiento. En el espectro postraumático, hablar de curación es activar una expectativa muy alta, si bien el margen de recorrido terapéutico, la suavización de los síntomas principales y el aumento de la calidad de vida de los pacientes es una posibilidad real.
Para el segundo grupo de pacientes, si se me permite esa diferenciación, el margen de trabajo terapéutico y de maduración de la personalidad, es muy amplio y en una gran cantidad de caso, el margen de normalización de la vida es casi pleno. Esa es una realidad evidenciada en el trabajo terapéutico con los pacientes en la asociación AMAI TLP. Siempre con el gran esfuerzo y colaboración necesario por
parte del paciente, que se empeña y esfuerza en avanzar en su propio proceso de reparación y maduración psíquica.
3. ¿Qué puedes comentar sobre el tratamiento del Trastorno Límite de la Personalidad?
Lo primero y más importante, es que como en cualquier enfermedad, la detección precoz y el tratamiento en los estadios más tempranos de la patología aumenta necesariamente el buen pronóstico. En esta línea, lo que puedo sugerir o recomendar, es que los familiares y pacientes que hayan sido diagnosticados con
trastorno limite de la personalidad, acudan a especialistas, con conocimiento y experiencia en la detección, diagnóstico y tratamiento de esta enfermedad.
Sin entrar en un análisis extensivo, ya que no es el propósito en esta formato de pregunta, añadiría que existen múltiples modelos de psicoterapia y tratamiento, con variaciones metodológica en su propuesta, de amplio alcance y eficacia probada, tanto de manera grupal como en forma de psicoterapias individuales. Por lo tanto, los clínicos ya tenemos la capacidad técnica de aportar soluciones y herramientas validadas para estos pacientes.
En ello, debo hacer referencia, a la necesidad del pleno compromiso y responsabilidad por parte del paciente, con el proceso de psicoterapia que adquiere consigo mismo y con otro, en la figura del terapeuta. Sí y solo si con esta dedicación y priorización comprometida con su maduración y reparación psíquica,
es verdaderamente viable los cambios estructurales y madurativos que devuelven al paciente a la senda de la normalización funcional y suavización de los síntomas.
Los procesos de psicoterapia son largos y duros, en torno a 3 o 4 años aproximadamente, según la edad, el momento evolutivo de la persona, la gravedad de los síntomas y la etapa del curso de la enfermedad. Si bien en todos los procesos, la mejoría debe entenderse como un proceso gradual, escalonado y
artesanal de ir reconstruyéndose en la reparación y el descubrimiento de uno mismo.
Como reflexión final, y esbozo de esta pequeña entrevista que espera sea útil y esperanzadoramente realista para el lector interesado, mi verdad y experiencia clínica es, que el trastorno límite de personalidad, sumerge al paciente y al compañero transferencial, que es el clínico, en un proceso complejo, lleno de heridas, sinsabores, caos, violencia, afecto desordenado, amores y bellezas, potencias sin realizar, sufrimiento, anhelos y muros inconscientes, y en esa relación naturalmente humana que se crea a nivel sintónico entre dos humanos, medico-paciente, uno de ellos amplio conocedor de qué sucede y de cómo ir
desmembrando el mundo intimo velado ayudando al cuerpo y a la psique a que encuentre sus formas intimas y naturalizadas de reparar, a poner palabras, imágenes y significados, es posible el crecimiento, la vivencia plena, la elaboración de lo dañino en uno mismo, la relación profunda consigo y en última instancia el reconocimiento de lo valioso que reside en cada uno de nosotros, desde donde empezar a construir un proyecto de vida valioso ante sí y para el mundo. Es posible y es una invitación formal a hacerlo.
Fernando Sánchez Rodríguez
Coordinador Área Clínica AMAI TLP